La caja registradora virtual del preso Luigi Mangione no para de sonar. A las 17:38 horas del miércoles, hora de España, el acusado por el asesinato del director de la aseguradora UnitedHealthcare, sumaba 759.748 dólares en donaciones. A media mañana del viernes, 765.330. A las 18:09 horas de ese mismo día, 766.810 para ayudarle en su defensa legal. El martes 1 de abril, 13:37 horas, 773.773 dólares. Y así sucesivamente... Quizá lo más contradictorio de esta recaudación es que Mangione realmente no lo necesita.
Este joven de 26 años, actualmente preso en una cárcel federal de Brooklyn, es de familia acomodada, dueña de campos de golf e infinidad de propiedades inmobiliarias. Aspiraba a todo. Estudió en la Universidad de Pensilvania, miembro de ese club selecto denominado Ivy League. Ingeniero, experto en inteligencia artificial, desde que le detuvieran en diciembre pasado su fama ha aumentado a niveles delirantes.
Su atractivo ha hecho que el normalmente cauto New York Times reconozca que se le compara ya con el Che Guevara. «Hay una larga historia de idealización de los bellos y encarcelados (con especial foco en los hombres blancos); por ejemplo, Charles Manson, y la cantidad de mujeres que se convirtieron en sus amigas por correspondencia en prisión», llega a escribir Vanessa Friedman, su experta en tribunales.
Las misivas que recibe Mangione son otro de los elementos para cuantificar su popularidad. Arriban incesantes, desde distintos puntos cardinales. Sólo al principio, cuando aún estaba en prisión provisional en Pensilvania recibió 87 cartas. Una bicoca. Tal ha sido el aluvión que su defensa ha tenido que solicitar que el número de fotos se limite a cinco. Solo para las fechas de Navidad superó el centenar, de lugares tan dispersos como Corea, Rusia e Inglaterra. El 17 de enero de 2025 le llegó una carta cuyo remitente el propio Mangione identifica como D.M.
Enviada desde España nueve días antes no se conoce más del contenido de ese mensaje. Con el conteo hecho por el propio reo, ya supera el millar de cartas llegadas de todo el orbe. Los fiscales que le procesan por cargos de terrorismo y asesinato temen que tanta atención afecte la imparcialidad del caso.
Se quejan incluso de que una admiradora, al ver que se presentaba en los tribunales sin calcetines, le entregó un par de ellos con forma de rombos. Dentro iban notas con forma de corazón donde le pedía que siguiera con «la cabeza erguida». Mangione, que cuida selectivamente su atuendo, y cuyas prendas se agotan en tiendas, al principio se los puso. Después se los quitó, porque, según ha explicado, no le «sentaban bien».
En California, un abogado retirado ha presentado una propuesta: la «Ley de acceso a la atención médica Luigi Mangione». Lo ha hecho para darle publicidad a un proyecto que busca que ninguna compañía de seguros "retrase, niegue o modifique cualquier procedimiento médico o medicamento" que haya aprobado un especialista si con ello se pusiese en riesgo la vida del paciente.
Por otro lado, la fiscal general de EEUU pidió este lunes para él la pena de muerte: «El asesinato de Brian Thompson (CEO de UnitedHealthcare), un hombre inocente y padre de dos niños pequeños, fue un asesinato premeditado y a sangre fría que conmocionó a Estados Unidos».
En su última vista acudió ante el juez con mocasines y luciendo esposas de metal sobre sus tobillos. En las permanentes críticas al patético sistema sanitario privado de EEUU, Mangione se ha convertido en un símbolo con consecuencias que aún no se pueden cuantificar. Excepto por el cash recaudado para su defensa. Es que hay quien le ha donado 36.500 dólares de golpe.